Enseñanza social católica

¿Qué es la doctrina social católica?
La Doctrina Social Católica es un elemento central y esencial de nuestra fe. Sus raíces se encuentran en los profetas hebreos que anunciaron el amor especial de Dios por los pobres y llamaron al pueblo de Dios a una alianza de amor y justicia. La doctrina social católica se basa en un compromiso con los pobres. Este compromiso surge de nuestras experiencias de Cristo en la eucaristía.
Como explica el Catecismo de la Iglesia Católica, «Para recibir en verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros, debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos» (nº 1397). Los «talentos» no se distribuyen por igual….El plan de Dios… quiere que cada uno reciba de los demás lo que necesita, y que los dotados de «talentos» particulares compartan los beneficios con los que los necesitan. Estas diferencias animan y a menudo obligan a las personas a practicar la generosidad, la bondad y el reparto de los bienes…(1937).
La doctrina social católica se basa en nuestra comprensión de la vida humana y de la dignidad humana. Todo ser humano ha sido creado a imagen de Dios y redimido por Jesucristo y, por tanto, es inestimable y digno de respeto como miembro de la familia humana. Toda persona, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, tiene una dignidad inherente y un derecho a la vida acorde con esa dignidad. La dignidad humana procede de Dios, no de ninguna cualidad o logro humano.
Nuestro compromiso con la misión social católica debe estar arraigado en nuestra vida espiritual y reforzado por ella. En nuestra relación con Dios, experimentamos la conversión del corazón necesaria para amarnos verdaderamente los unos a los otros como Dios nos ha amado. Los siete principios de la doctrina social católica son los siguientes.
Los siete principios de la doctrina social católica

Vida y dignidad de la persona humana
La Iglesia católica proclama que la vida humana es sagrada y que la dignidad de la persona humana es el fundamento de una visión moral de la sociedad. Esta creencia es el fundamento de todos los principios de nuestra enseñanza social. En nuestra sociedad, la vida humana sufre el ataque directo del aborto, la eutanasia y la pena de muerte. Creemos que toda persona es preciosa, que las personas son más importantes que las cosas y que la medida de toda institución es si amenaza o mejora la vida y la dignidad de la persona humana.

Llamamiento a la familia, la comunidad y la participación
La persona no es sólo sagrada sino también social. La forma en que organizamos la sociedad en la economía y la política, en el derecho y la política afecta directamente a la dignidad humana y a la capacidad de las personas para crecer en comunidad. El matrimonio y la familia son las instituciones sociales centrales que deben ser apoyadas y reforzadas, no socavadas. Creemos que las personas tienen el derecho y el deber de participar en la sociedad, buscando juntos el bien común y el bienestar de todos, especialmente de los pobres y vulnerables.

Derechos y responsabilidades
La tradición católica enseña que sólo se puede proteger la dignidad humana y lograr una comunidad sana si se protegen los derechos humanos y se cumplen las responsabilidades. Por lo tanto, toda persona tiene un derecho fundamental a la vida y un derecho a las cosas necesarias para la decencia humana. A estos derechos corresponden deberes y responsabilidades: unos con otros, con nuestras familias y con la sociedad en general.

Opción por los pobres y vulnerables
Una prueba moral básica es cómo les va a nuestros miembros más vulnerables. En una sociedad empañada por divisiones cada vez más profundas entre ricos y pobres, nuestra tradición recuerda la historia del Juicio Final (Mt 25:31-46) y nos instruye para que antepongamos el por los pobres y vulnerables.

La dignidad del trabajo y los derechos de los trabajadores
La economía debe estar al servicio de las personas y no al revés. El trabajo es más que una forma de ganarse la vida; es una forma de participación continua en la creación de Dios. Si se quiere proteger la dignidad del trabajo, deben respetarse los derechos básicos de los trabajadores: el derecho al trabajo productivo, a unos salarios dignos y justos, a la organización y afiliación a sindicatos, a la propiedad privada y a la iniciativa económica.

Solidaridad
Somos una sola familia humana, sean cuales sean nuestras diferencias nacionales, raciales, étnicas, económicas e ideológicas. Somos los guardianes de nuestros hermanos y hermanas, estén donde estén. Amar a nuestro prójimo tiene dimensiones globales en un mundo que se encoge. En el núcleo de la virtud de la solidaridad está la búsqueda de la justicia y la paz. El Papa Pablo VI enseñó que si quieres la paz, trabaja por la justicia. El Evangelio nos llama a ser pacificadores. Nuestro amor por todos nuestros hermanos y hermanas exige que promovamos la paz en un mundo rodeado de violencia y conflictos.

El cuidado de la Creación de Dios
Mostramos nuestro respeto por el Creador mediante nuestra administración de la creación. El cuidado de la tierra no es sólo un eslogan del Día de la Tierra, es una exigencia de nuestra fe. Estamos llamados a proteger a las personas y al planeta, viviendo nuestra fe en relación con toda la creación de Dios. Este desafío medioambiental tiene dimensiones morales y éticas fundamentales que no pueden ignorarse.